sábado, 23 de julio de 2011

Palabras de cristal




La corte de un rey está compuesta por diferentes tipos de personas pero principalmente se dividen en buenas y malas dependiendo de la ambición de cada uno…

Stephen Lee era de quien todos hablaban en el castillo y no era para menos, ya que era el nuevo en incorporarse a la corte de estos; llena de mujeres que se mentían entre sí y de hombres codiciosos. Sin embargo, él tenía muy claro en lo que estaba a punto de meterse y no le temía a esta gente, por muy peligrosa que pudiera ser.

-Ese tipo… ¡Es un recién llegado y ya tiene todo un séquito detrás de él!- se quejaba uno de los hombres del castillo.

-Tranquilo George, no creo que dure más de dos meses en el cargo cuando se entere de la leyenda…-

- ¿La del monstruo del castillo?- preguntó este sin comprender bien.

-Exacto, no puedo asegurar que sea del todo cierto, pero a mi me dio escalofríos cuando Alexa me contó-

-Alexa no es más que una chismosa-

-Entonces todas las damas serían unas chismosas amigo mío, cuando conocí a Alexa lo primero que hizo fue contarme sobre eso, no sé si para espantarme o para advertirme…Creo que harán lo mismo con Stephen, aunque espero que se espante y se vaya de este lugar- El hombre que decía estas palabras tenía por nombre Leonard y era el prometido de Alexa.

-Eso espero, estoy empezando a creer que mi amada Rose se está enamorando de él y no podría soportarlo-

Las intenciones de Stephen no eran, sin lugar a dudas, enamorar a las prometidas de los señores del castillo. Él venía como consejero y no pretendía tener malas relaciones con quienes convivía.

Un día mientras andaba por los pasillos escuchó a unas damas cuchicheando.

-Ay sí, anoche la manilla de su habitación giró…como si quisiera salir-

-¡Me da pánico el hecho de pensar que “eso” podría salir en cualquier minuto!-

-¿Salir el qué?- preguntó Stephen entrometiéndose en la conversación. Ambas mujeres se miraron dudosas por un instante.

-Creo que es hora de que lo sepa…Mire, este castillo posee una leyenda algo tenebrosa…En esa habitación –dijo señalando con la mano- duerme un monstruo con forma de mujer ¡Es horrible! Y el día que salga sin duda sucederá algo espantoso- Quien más que Alexa podría estar dando a conocer aquella historia al recién llegado.

-¿Monstruo… con forma de mujer?- Stephen no parecía tragarse nada de lo que Alexa y la otra joven le estaban contando, pero fingió estar espantado.

Por lo que pudo entender de la historia del “Monstruo con forma de mujer” se trataba de una dama muy fea, deforme y con lombrices cayéndole del cabello y que para ocultar su fealdad llevaba puesto un collar de perlas.

…Era simplemente algo estúpido…

Ya era de noche y la mascarada que había organizado el rey no tenía por donde terminar, pero Stephen no tenía ganas de nada, solo quería irse a su habitación y leer un poco.

El pasillo estaba totalmente vacío y no se oía ni un ruido exceptuando el de…aquella habitación donde supuestamente habitaba un monstruo. No, debía de ser algo más, cualquier cosa menos un monstruo.

Posó levemente su mano en la manilla de bronce y dudo un momento en entrar.
Pero finalmente lo hizo.

Al abrir la puerta suavemente se escuchó un ruido seco en el interior, como si alguien hubiese botado algo.

-¿Quién eres y que quieres?- preguntó una dulce voz. Stephen no sabía de donde provenía.

-Yo…eh, soy Stephen Lee, espero no haberte asustado- El joven buscaba con la mirada el sitio de donde había escuchado la voz hasta que finalmente lo encontró y dio con una parte oscura de la habitación pero en ella pudo distinguir la silueta de una joven.

-No tengas miedo, no estoy aquí para hacerte daño- dijo en voz baja.

La silueta aún dudosa decidió salir de la oscuridad y Stephen quedó deslumbrado con lo que vio.
Se trataba de una joven de rizos caoba hasta la cintura, tenía ojos grises y llevaba puesto un hermoso vestido azul.

-¿Qué quieres?- preguntó la joven en un tono de voz autoritario.

-No eres un monstruo, eres preciosa…- aquel comentario no iba dirigido precisamente a ella, era más bien un pensamiento en voz alta.

La joven enarcó una ceja y dijo:

-Así que escuchaste la leyenda…y aún así has venido ¿Qué hombre en sus cabales decide entrar a la guarida de un monstruo?-

-No, es al revés. Una persona totalmente cuerda entraría sin miedo-

La joven lo estudió con la mirada para finalmente decir:

-Mi nombre es Angela Cross-

Cross…Cross ¿Por qué le resultaba familiar? Al hacer las conexiones en el parecido físico y en el apellido miró exaltado a a la chica y antes de poder siquiera preguntar Angela respondió:

-Sí, soy la hija del rey- Luego de decir aquello se sentó en su tocador y Stephen reparó en algo; si llevaba un collar de perlas.

-¿Por qué la gente dice que eres monstruo?-

-No lo sé- Una respuesta seca, sin lugar a dudas.

-Claro que lo sabes. Dime…-

-¿Por qué eres tan insistente? Ni siquiera te conozco-

-Sé lo que es ser el centro de los malos comentarios, lo he sido toda mi vida. Ahora soy el “casanova” del castillo-

-¿Y eso por qué?-

-Las damas se acercan a conversar conmigo y hablan de promesas que nunca les he hecho, sus novios están esperando a que haga algo mal para lanzarme por una ventana- El joven torció el gesto y Angela rió.

-Eres el consejero de mi padre ¿No? ¿Qué edad tienes?-

-Tengo dieciocho años ¿Y usted?-

-Diecisiete…-Angela lo observó por otro instante y añadió- Mi madre murió hace años y mi padre nunca volvió a casarse a pesar de las muchas insinuaciones que le hicieron las diferentes damas que viven aquí. No son más que arpías ¡Lo único que quieren es reinar y sacarme del camino!-

-Pero si eres la heredera ¿Por qué habrían de sacarte del camino?-

-Si ellas tuvieran a un bebé varón todo cambiaría y yo pasaría a segundo plano- hizo una pausa para tomar aire y continuó- Al ver que no conseguirían nada con mi padre empezaron los chismes acerca de mi. “No es su hija”, “Tiene una enfermedad”, “Tuvo un romance con tal persona y no se casaran” siendo por supuesto puras mentiras…Preferí aislarme aquí, me da miedo las cosas que puedan decir de mi más adelante. Lo del monstruo es algo suave comparado a las cosas que podrían venir- Su voz sonaba desesperada.

Aquella noche Stephen apenas pudo conciliar el sueño pensando en las confesiones de la hija del rey y al día siguiente se dispuso a hablar con él acerca del tema. 
Estaba cansado de vivir rodeado de ese tipo de gente. Gente que no lucha por tener una buena vida, si no que debe arruinar la vida de las demás personas para sentirse bien consigo mismo. 

-Mi señor, ¿Usted cree que es lo correcto mantenerla aislada?- preguntó Stephen al finalizar su relato.

-Claro que no. Adoro a mi hija y me duele escuchar las cosas horribles que dicen de ella- la voz del rey sonaba tan apagada y su expresión denotaba una gran tristeza.

-¿Y por qué no hace nada? ¡Usted es el rey, puede detener todo esto!-

-Soy un cobarde, amigo mío. La muerte de mi esposa dejó un gran vacío en mi vida. Eché a todo aquel que inventaba calumnias en los que encontraba a mi hija como la protagonista. Pero la historia se expandió y ya no es solo parte del castillo, si no del pueblo…

Stephen apretó los puños para decir finalmente

-Yo ayudaré a su hija, mi señor. Le juro que lo haré- Su determinación se basaba en lo ya mencionado anteriormente. Quería destruir las historias que rodeaban a la chica.

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En el próximo tiempo Stephen se esmeró en hacer amistad con la princesa. Todas las noches le llevaba algo: libros, pinturas, cartas, pasteles. Cualquier cosa para alegrar a la joven.
 Le leía las cartas que su madre le enviaba, poemas y cuentos.
Y al mismo tiempo comenzaron a surgir horribles historias acerca del muchacho pero no le importó.

Ellos eran distintos, sobresalían de la masa de gente sin escrúpulos que convivían con ellos. Él había logrado formar una amistad con Angela y ella se sentía feliz cada vez que él la visitaba.

Pero ya era hora de cambiar…

-Es tiempo de que salgas…- Dijo Stephen dulcemente mientras se ponía de pie y le extendía una mano a la princesa.

-Pero…Me harán daño, sus palabras hieren- Angela no podía ocultar su miedo.

-No deben herirte si sabes que no son más que demostraciones de envidia. Deben fortalecerte-

-Es fácil decirlo, pero…No me siento capaz aún ¿Y si inventan cosas peores, que nos involucren a los dos?-

-No son más que palabras de cristal, mentiras…Aquellas palabras se rompen al demostrar la falsedad en ellas- Aquel joven que también había sido el centro de los chismes desde su llegada al castillo no tenía ni una pizca de miedo.

Angela sabía que lo que Stephen decía era cierto, solo debía preguntar algo más:

-¿Me apoyarás y no me dejarás sola, verdad?-

-Siempre estaré contigo, no lo dudes ni un segundo- La princesa lo miró a los ojos y supo que no mentía. En ellos podía observar amor, comprensión y honestidad.

Extendió su mano para tomar la de Stephen y salir de la habitación en la cual habitaba “El monstruo”.


Fin 
 

4 comentarios:

  1. Me gusto una hermosa historia de amor muy tierna ame Shephen y me encanto la forma en como se enamoraron

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  2. Es precioso :) me gustó muchísimo.
    Espero otras historias ^^
    Un beso!

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  3. HIeee Ya vuelvo a ser una de tus seguidoras :)

    Te dejo el nuevo link de mi blogg :)
    http://dreamdreamimagine.blogspot.com/

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  4. ¡¡Hola!!
    Ains, qué historia más mona :D
    Sigue escribiendo ^^
    Besos.

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